Arte y resistencia desde las montañas de Mallama, la obra de Luis Hernando

Garrido florece entre lienzos, esculturas y notas musicales, reflejando el alma de su territorio y la dignidad del arte hecho con las manos del pueblo.

En el municipio de Mallama, Nariño, creció y se formó un hombre cuya vida ha estado íntimamente ligada a la creación artística. Luis Hernando Garrido, oriundo de un hogar humilde y trabajador, descubrió desde muy joven su inclinación por la pintura, la escultura y la música, expresiones que han marcado su trayectoria como uno de los referentes culturales del suroccidente colombiano.

A pesar de las limitaciones materiales y la escasa visibilidad que suele tener el arte en regiones rurales, Garrido ha cultivado una carrera autodidacta llena de sensibilidad y conexión con su entorno. Su paso por el antiguo Colegio Nacional de Ricaurte fue determinante para fortalecer su vocación, aunque sus aprendizajes más profundos provienen de la observación constante de la naturaleza y del contacto directo con su comunidad.

En la actualidad, a sus 69 años, divide su tiempo entre las labores agrícolas y su taller improvisado en Providencia, donde continúa modelando figuras y paisajes con técnicas propias, y donde transforma lo cotidiano en obra viva. La geografía del piedemonte, sus colores y texturas, son su mayor fuente de inspiración. Sus cuadros y esculturas están impregnados de memoria, calma y una visión poética de la vida sencilla.

Su talento también se extiende a la música. Desde joven ha sido guitarrista y serenatero, y sus composiciones son parte del imaginario sonoro de su región. En fiestas, encuentros o actos comunitarios, su guitarra ha acompañado momentos de celebración y nostalgia, tejida con acordes que resuenan con identidad.

Luis Hernando no solo ha sido un creador solitario. Su compromiso con el bienestar de su territorio lo ha llevado a asumir roles de liderazgo comunal, participando activamente en la Junta de Acción Comunal de su vereda. Allí, además de aportar desde el arte, promueve iniciativas sociales y culturales que fortalecen el tejido comunitario.

A lo largo de su vida, Garrido ha demostrado que el arte no necesita de grandes galerías para tener valor. Su obra y su historia representan la persistencia del talento que nace en los rincones apartados, donde la creatividad se abre paso como una flor entre la niebla.

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