Petro pasará a la historia por ser el presidente más ultrajado de Colombia. A Petro no lo critican por gobernar, lo odian por existir. Es desprecio de clase contra un presidente que representa a los excluidos.
Nunca como hoy un presidente de la nación había sido tan irrespetado, tan vulgarizado, tan ultrajado como lo es Gustavo Petro.
No se trata de un debate democrático. Lo que estamos presenciando es una campaña sostenida de deslegitimación, una operación de desprestigio que no descansa ni disimula. No es oposición: es odio de clase.
A Petro no lo interpelan por sus decisiones, lo agreden por existir. No lo confrontan como jefe de Estado, lo desacreditan como si fuera un intruso. Se burlan de su acento, de su pasado, de su ropa, de su forma de hablar. Le inventan enfermedades, delirios, complots. Y todo eso tiene un nombre: desprecio.
Nunca antes se había visto este nivel de sevicia contra un presidente electo. A otros mandatarios —corruptos, autoritarios o entreguistas— se les trató con guantes. A él, con piedra en la mano. ¿Cuál es su pecado? Haber llegado al poder sin el aval de los dueños del país. Haber nacido donde no nace el poder. Representar a quienes nunca habían sido representados.
Se han desdibujado todos los límites. Medios de comunicación que editorializan con insultos. Senadores que le gritan desde su curul como si estuvieran en una cantina. Exfuncionarios que lo traicionan en horario triple A para ganarse unos aplausos. Y una parte de la opinión pública que normaliza esa violencia porque viene de “gente decente”.
A Petro no se le reconoce la investidura. Se le tolera a regañadientes, como si su mandato fuera un accidente de la historia. Cada paso que da es señalado. Cada silencio, interpretado. Cada palabra, distorsionada. Y, sin embargo, sigue ahí: gobernando, sin arrodillarse, sin traicionar a los que lo eligieron.
No es a Petro a quien insultan. Es al pueblo que lo eligió. Es a la memoria de los excluidos, a la dignidad de los humillados, a la voz de los que no tenían voz. Por eso, tanto odio, por eso, tanto ruido. Porque no soportan que el poder ya no les pertenezca.
La pregunta no es por qué lo atacan tanto. La verdadera pregunta es: ¿Cómo es que todavía resiste? Pero Dios le sostiene.
Por la Dra. Stella Ramirez.
Sicóloga Social.