Restos humanos hallados en el Altiplano de Bogotá revelan linaje genético único en Suramérica

Un estudio internacional liderado por investigadores en Colombia ha identificado restos óseos de más de 6.000 años de antigüedad en el Altiplano Cundiboyacense, cuyo análisis genético sugiere la existencia de una población completamente desconocida que desapareció sin dejar descendencia

Un equipo internacional de científicos anunció el hallazgo de 21 esqueletos humanos en cinco sitios arqueológicos del Altiplano de Bogotá, entre ellos Checua y Tequendama, correspondientes a cazadores-recolectores que habitaron la región hace más de seis milenios, durante el periodo precerámico. Los restos fueron analizados mediante secuenciación de ADN y, según los resultados publicados en la revista Science Advances, pertenecen a un linaje genético que no guarda relación con poblaciones indígenas actuales ni con otros grupos antiguos conocidos del continente americano.

 

El descubrimiento se considera uno de los más relevantes en la historia genética de Suramérica. Los investigadores no hallaron coincidencias entre el ADN de estos antiguos habitantes y el de las poblaciones que posteriormente ocuparon la región, como las culturas Herrera o muisca. Esta ausencia de continuidad genética sugiere un reemplazo completo de población hace unos 4.000 años, sin evidencia de mestizaje ni transmisión de linajes.

 

Andrea Casas Vargas, investigadora de la Universidad Nacional de Colombia y coautora del estudio, señaló en entrevista con medios internacionales que aún no se tiene certeza sobre las causas de esta desaparición. Entre las hipótesis planteadas, se contemplan factores como cambios climáticos drásticos, alteraciones ecológicas o la llegada de nuevas poblaciones que habrían sustituido a estos primeros grupos sin dejar rastros genéticos de ellos.

 

Los científicos destacan que este tipo de ruptura genética total es poco común en otras regiones del continente, donde suele observarse cierta continuidad o mezcla entre grupos antiguos y actuales. En contraste, el caso del Altiplano colombiano representa una excepción, y plantea interrogantes sobre dinámicas migratorias y procesos de sustitución poblacional ocurridos miles de años atrás.

 

Una posible explicación es la llegada de una segunda ola migratoria, proveniente quizá de Centroamérica, compuesta por comunidades que introdujeron tecnologías como la cerámica y hablaron lenguas del grupo chibcha. Esta nueva población habría desplazado o absorbido completamente a los grupos anteriores, generando una ruptura en la línea genética local.

 

El estudio también tiene implicaciones significativas para el entendimiento de los orígenes de las poblaciones suramericanas. El linaje identificado no se relaciona con los grupos Clovis, considerados los primeros en poblar América del Norte, lo que respalda teorías sobre múltiples rutas migratorias hacia el sur del continente. Además, refuerza la relevancia de continuar explorando sitios arqueológicos como Checua, Tibitó y Aguazuque, donde se han encontrado evidencias materiales asociadas a estos antiguos grupos.

 

Finalmente, los autores del estudio subrayan la importancia de integrar la genética con la arqueología para reconstruir la historia profunda de la humanidad en el continente americano. Mientras la arqueología ha documentado modos de vida, prácticas funerarias y tecnologías utilizadas por estos pueblos, el análisis genómico aporta una dimensión crucial para comprender su origen y destino, así como los procesos de transformación cultural ocurridos en los primeros milenios de ocupación humana en Colombia.

 

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