Aliados históricos de Israel condenan su escalada militar en Gaza

Reino Unido, Francia y Canadá denuncian la ofensiva israelí como “atroz” y “desproporcionada” en medio del bloqueo humanitario que, según la ONU, pone en riesgo de hambruna a la población gazatí. La UE estudia suspender su acuerdo de asociación con Israel, mientras el respaldo internacional al Gobierno de Netanyahu se desmorona aceleradamente.

La creciente brutalidad de la guerra en Gaza ha roto el silencio de varios de los aliados más firmes de Israel. Reino Unido, Francia y Canadá emitieron esta semana su condena más contundente hasta la fecha, describiendo como “desproporcionada” la renovada ofensiva israelí contra Hamás y denunciando el bloqueo a la ayuda humanitaria como una “acción atroz” que debe cesar de inmediato. Las declaraciones marcan un punto de inflexión en la relación de estos países con el Gobierno de Benjamin Netanyahu, al que acusan de empujar al enclave palestino a una crisis humanitaria sin precedentes.

En Londres, el ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, anunció el martes la suspensión de las negociaciones comerciales con Israel y calificó de “intolerables” los planes israelíes de reubicar forzosamente a miles de gazatíes hacia el sur de la Franja, mientras se restringe la entrada de ayuda esencial. Francia y Canadá se sumaron a la declaración conjunta, advirtiendo que si Israel no pone fin a la ofensiva y al cerco humanitario, “tomaremos más medidas concretas”.

El propio Netanyahu respondió acusando a estos gobiernos de “premiar a Hamás” y tildó la crítica como una amenaza a la seguridad israelí. “Esta es una guerra de civilización contra la barbarie”, escribió en redes sociales, reafirmando su intención de lograr una “victoria total” pese a las crecientes advertencias internacionales.

Las tensiones se agudizan mientras las cifras del desastre aumentan. Más de 53.000 palestinos han muerto desde el inicio del conflicto, según autoridades sanitarias de Gaza, y el Programa Mundial de Alimentos advierte que el enclave está al borde de una hambruna generalizada. Naciones Unidas, que inicialmente reportó que 14.000 bebés podrían morir en cuestión de días si no se restablecía el flujo de suministros, ha pedido un “aumento masivo” en la entrada de ayuda, tras reconocer que los nueve camiones que cruzaron el lunes el paso de Kerem Shalom son “una gota en el océano”.

Mientras tanto, la Unión Europea intensifica su propio giro diplomático. En Bruselas, el ministro francés de Exteriores, Jean-Noël Barrot, advirtió que la UE podría suspender su acuerdo de asociación con Israel si no se detiene la ofensiva. “La violencia ciega y el bloqueo humanitario del gobierno israelí han convertido a Gaza en una trampa mortal”, declaró. La suspensión situaría a Israel al nivel de regímenes como Siria, Liberia o Zimbabue, según fuentes diplomáticas.

En Washington, la postura de Estados Unidos se torna ambigua. Aunque no ha emitido críticas públicas directas, el presidente Trump ha marcado distancia con Netanyahu, gestionando de forma separada la liberación del último rehén estadounidense y omitiendo a Israel de su reciente gira por Oriente Medio. El viernes, Trump declaró que “mucha gente se muere de hambre” en Gaza y subrayó que su gobierno quiere ayudar a aliviar el sufrimiento.

El contraste con el respaldo internacional que Israel recibió tras los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 —que dejaron 1.200 muertos y 250 secuestrados— es hoy abismal. La destrucción casi total de Gaza, las miles de víctimas civiles y la negativa israelí a aceptar cualquier tregua si no se desarma completamente a Hamás y se exilian sus líderes, han terminado por desbordar la paciencia de sus aliados.

La ofensiva israelí, que rompió el alto el fuego en marzo, ha intensificado la violencia sin garantizar la derrota de Hamás, que según analistas occidentales ha logrado reclutar nuevos combatientes pese a los bombardeos. En ese contexto, las presiones diplomáticas, económicas y políticas contra Netanyahu no solo crecen, se consolidan como la última esperanza internacional de frenar una catástrofe humanitaria en pleno siglo XXI.

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