Tornados devastan el centro de Estados Unidos, al menos 27 muertos y miles de viviendas destruidas en Missouri, Kentucky y Virginia

Una de las peores temporadas de tormentas primaverales en años golpea con fuerza el corazón de Estados Unidos. Al menos 27 personas han muerto tras una serie de tornados y tormentas que arrasaron ciudades, comunidades rurales y zonas boscosas en tres estados. La tragedia revela la vulnerabilidad de los sistemas de emergencia en medio de recortes presupuestales y personal insuficiente.

El centro de Estados Unidos vive una nueva tragedia tras una ola de tornados que ha dejado al menos 27 personas muertas en Missouri, Kentucky y Virginia, así como decenas de heridos, miles de viviendas destruidas y una infraestructura local severamente afectada. La tormenta, que golpeó entre la noche del viernes 16 de mayo y la madrugada del sábado, es considerada una de las más destructivas de la actual temporada primaveral.

En Kentucky, el estado más afectado, el gobernador Andy Beshear confirmó la muerte de 18 personas, 17 de ellas en el condado de Laurel. La devastación fue evidente en lugares como el aeropuerto London-Corbin, donde hangares colapsaron y un helicóptero médico fue dañado. En barrios cercanos, como el de Jeff Cornett, vecinos sobrevivieron milagrosamente tras quedar atrapados entre escombros y estructuras arrancadas por los vientos.

En Missouri, donde al menos siete personas fallecieron, cinco de ellas en San Luis, la alcaldesa Cara Spencer describió la tormenta como “una de las peores” en la historia reciente de la ciudad. Unos 5.000 edificios sufrieron daños, torres de comunicación colapsaron y semáforos dejaron de funcionar. Una iglesia histórica, la Cristiana Centenaria, se desplomó parcialmente durante el servicio, causando la muerte de un líder comunitario.

En Virginia, dos personas murieron cuando árboles derribados por los vientos cayeron sobre sus vehículos.

El Servicio Meteorológico Nacional confirmó preliminarmente 26 tornados, la mayoría en Indiana y Kentucky. Aunque no se trató del mayor brote del año —el 2 de abril se registraron 107 en un solo día—, la intensidad y el impacto humano de estos eventos superó las expectativas. En muchas zonas afectadas, los residentes aún se recuperaban de tormentas anteriores, sin haber completado ni siquiera los procesos de reparación.

La emergencia se complica por los recortes y vacíos operativos en las agencias encargadas de atender estos desastres. El Servicio Meteorológico, debilitado por años de desinversión, opera con decenas de vacantes. Oficinas clave como la de Jackson, Kentucky, solo cuentan con nueve de los 14 meteorólogos que deberían tener, lo que limita la capacidad de emitir alertas tempranas efectivas. Aun así, esa noche lograron emitir 11 advertencias de tornado.

El panorama es crítico no solo por la pérdida de vidas y hogares, sino también por la limitada capacidad de respuesta institucional. Aunque autoridades locales han coordinado con la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), los esfuerzos de socorro enfrentan desafíos logísticos considerables. Las interrupciones eléctricas, el colapso de telecomunicaciones y la necesidad de albergues temporales agravan la crisis.

En San Luis, Forest Park —uno de los parques urbanos más grandes de EE. UU.— sufrió graves daños. Árboles centenarios fueron arrancados, estructuras culturales colapsaron y el emblemático paisaje quedó irreconocible. “Es devastador ver lo hermoso que era el parque y cómo se ve ahora”, dijo Steve Burkhardt, encargado de seguridad del lugar.

Mientras los estados intentan recuperarse, un nuevo frente de tormentas amenaza el sur de las Grandes Llanuras, incluyendo zonas densamente pobladas como Dallas y Fort Worth. Meteorólogos advierten sobre posibles granizadas y vientos intensos en las próximas horas.

En medio del dolor, el mensaje que emerge de las comunidades golpeadas es uno de urgencia: fortalecer los sistemas de alerta, atender las advertencias científicas sobre el cambio climático y garantizar el apoyo del Estado en los momentos más críticos. Porque, como lo expresó una vecina en San Luis, “no sé cómo vamos a volver, pero tenemos que hacerlo”.

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