La polarización política en Colombia sigue siendo un obstáculo insuperable para la reconciliación nacional y la construcción de una memoria colectiva que reconozca las heridas del pasado.
Un caso emblemático es el de la Comuna 13 de Medellín, y específicamente la “escombrera” un lugar cargado de historia, dolor y resistencia, donde se pretendió ocultar uno de los capítulos más tristes de la violencia en Colombia.
Pero ahora, cuando se empieza a destapar un crimen de Estado, no son los muertos y sus asesinos la preocupación nacional, sino quien pinta y quien borra unos murales.
Si bien, los murales se han convertido en lienzos para la expresión de la verdad y la denuncia de los crímenes ocurridos en el marco del conflicto armado y son arte urbano, y sobre todo son gritos de justicia y memoria, no pueden usarse como distractor de un drama que necesitamos superar.
El ciclo de pintado y despintado refleja una disputa que va más allá del arte o las paredes: simboliza la incapacidad de nuestra sociedad para abordar los problemas de fondo con responsabilidad. En lugar de fomentar un diálogo sobre las atrocidades del pasado, se prefiere borrar las imágenes y los mensajes incómodos, perpetuando el silencio y la negación.
La polarización política alimenta esta dinámica. Por un lado, están quienes encuentran la oportunidad de reclamarle al otro su criminalidad; por otro, quienes prefieren olvidar o reinterpretar los hechos bajo sus degradados intereses. Pero entretanto se puede desdibujar las exigencias de justicia y reconocimiento para las víctimas. El caer en lo superficial del que pinta y del que borra, no solo se afecta la memoria histórica, sino que también perpetúa la división y dificulta cualquier intento de reconciliación.
Lo que las víctimas de todas las violencias necesitan no es una guerra de brochas, sino un compromiso real para reconocer su sufrimiento y trabajar en soluciones que permitan sanar las heridas del pasado. Esto implica ir más allá de las pintas y las paredes, hacia una conversación nacional honesta sobre las responsabilidades y las medidas necesarias para garantizar la no repetición.
Mientras sigamos pintando y despintando sin enfrentar la raíz del problema, la polarización seguirá siendo un muro que nos separa de la verdad y la justicia. Es hora de derribarlo.